Mes: agosto 2008
Humor
Diario
Maestros: Manuel Pertegaz
Aunque aragonés, Manuel Pertegaz (Olba, Teruel, 1918) se trasladó con su familia a vivir a Barcelona y poco después abandonó el colegio para comenzar a trabajar en una sastrería (1930). Su carrera fue meteórica y con tan sólo 25 años abrió su primera casa de modas de alta costura. Empezó a ser conocido internacionalmente cuando en 1954 llevó sus vestidos hasta la lujosa y elitista Quinta Avenida de Nueva York junto a Valentino, Pierre Cardin, Emilio Tucci, Pierre Balmain y las hermanas Fontana, entre otros.
En 1957, cuando Christian Dior murió, se barajó su nombre para sucederle, pero él decidió quedarse en España. A finales de los años 60 intuyó que la moda iba a sufrir un cambio, de ahí su fama de precursor. “En aquella época tenía mis mitos de la gran pantalla: Greta Garbo, Joan Crawford, Katharine Hepburn, eran mujeres que me encantaban; su manera de moverse, su personalidad, su forma de actuar de una elegancia muy seductora”.
Durante la época franquista, vistió a la esposa del dictador, Carmen Polo, a la marquesa de Villaverde, y entre las actives a Paulette Godard y Ava Gardner; algunas de ellas fueron sus amigas, como Audrey Hepburn, Jacqueline Kennedy, Marisa Berenson, María Teresa Bertrand, Aline de Romanotes y la reina Sofía.En 2004 realizó el vestido de novia de Leticia Ortiz, la esposa del heredero del trono de España, Felipe de Borbón.
De cierres y cremalleras
Las cremalleras no se idearon para competir con los botones, sino como dispositivo para cerrar las altas botas del siglo XIX, sustituyendo los largos cordones.
Arquitectura y moda
Algunos de los llamados complementos de la ropa, funcionan claramente como intermediarios entre las funciones de la arquitectura y el vestido: el ala del sombrero que además de proteger del sol oculta el rostro cuando es más discreto; el abanico que aumenta la ventilación existente si se precisa; o la sombrilla y el paraguas que resguardan del sol y la lluvia cuando se está a la intemperie.
Al realizar estas funciones, el vestido lo hace físicamente en una proximidad total al cuerpo humano, vistiéndole o revistiéndole, en mayor o menor inmediatez según épocas y ocasiones. El miriñaque y el polisón del siglo XIX, con su estructura sustentante, ocupan en este aspecto un lugar intermedio entre el traje habitual y la arquitectura, igual que lo hacen las camas con dosel, vestidas con cortinas.
Venus defectuosas
Barbra Streisand tuvo que defender el tamaño de su nariz como si fuera su patria; los pies de Sofía Loren eran mucho más grandes que los de su amante Carlo Ponti; Liz Taylor puede caerse al suelo bajo el peso de sus pechos y entonces sí tendría pretextos para decir su célebre frase “soy lo que queda de mí”.
Los vestuaristas, mucho antes que los cirujanos, han practicado la corrección indolora del corte y la confección para mejorar lo que naturaleza no da y Salamanca no presta. El genio de Adrián, vestuarista estrella de Cecil B. de Mille, remodelaba a las venus defectuosas.
–Sí, las divas eran divinas, pero de cara: Norma Schearer tenía talle largo y piernas regordetas. Greta Garbo era chata de busto y encorvada. Constance Benett tenía omóplatos como alas. Joan Crawford, cuando Adrián la vio –él mismo lo cuenta– se preguntó por dónde empezar. En Letty Linton se vio obligado a hacerle mangas como faroles chinos. Es que tenía una cabeza enorme.