Cristobal Balenciaga, 1965. Museo Balenciaga Getaria
“Con las telas, hacemos lo que podemos. Balenciaga hace lo que quiere”
Christian Dior.
Cristobal Balenciaga, 1965. Museo Balenciaga Getaria
“Con las telas, hacemos lo que podemos. Balenciaga hace lo que quiere”
Christian Dior.
Irene Lentz Gibbons pasó los primeros 16 años de su vida en el rancho de su padre en Montana. Fue a la escuela de diseño y luego abrió una modesta tienda de ropa en Los Angeles. Un día, por casualidad, entró allí Dolores del Río y quedó asombrada por la altísima calidad del trabajo de Irene.
La actriz compró varios vestidos e informó a sus amigas acerca del lugar. Inmediatamente Irene se puso de moda.
En 1936, se casó con el guionista Eliot Gibbons, hermano de Cedric Gibbons, celebre director artístico de la MGM. Muy pronto Irene abandonó su sencilla tienda para dirigir el lujoso salón de Bullock´s Wilshire en el centro de Los Angeles. En 1938 Irene ya diseñaba trajes para películas, por encargo de Universal.
Se encontró una nota que decía: “Lo siento. Esto es lo mejor. Conseguid un buen diseñador y sed felices. Os amo a todos. Irene”
Sucedió que me regalaron un suéter. Hasta allí todo parece simple. Pero no lo es.
Quien me mandó el suéter es una muchacha a quien no conozco. Sé por intermedio de un amigo común, que la muchacha dibuja extraordinariamente bien. Vive en Sao Paulo. Cuando estuvo en Rio almorzó con nuestro amigo. Estaba con un suéter tan lindo que a mi amigo le pareció que me quedaría bien y encargó uno exactamente igual al de ella. Resultó, sin embargo, que la muchacha es mi lectora –¿o me equivoco? – y cuando supo para quién era el regalo insistió en ser ella misma quien me lo hiciera. Mi amigo aceptó.
Y heme aquí dueña de repente del suéter más bonito que los hombres de la tierra hayan creado. Es rojo-luz y parece captar todo lo que es bueno para él y para mi. Ésta es su alma: el color. Estoy escribiendo antes de salir de casa, y con el suéter. Aliada a su color de flama y llama, y me fue dado con tanto cariño que me envuelve toda y quita todo frío de ésta que se siente solitaria. Es una caricia de gran amistad. Hoy voy a salir con él por primera vez. Es ligeramente ajustado, pero tal vez así deba serlo: admitiendo como gloriosa la condición femenina. Una vez terminada esta nota voy a perfumarme con un perfume que es mi secreto: me gustan las cosas secretas. Y estaré lista para enfrentar el frío, no solo el real, también el otro.
Soy una mujer más.