Pantalón

Fueron los germanos y los celtas los que llevaron los pantalones hasta Roma, en el siglo IV antes de Cristo. La prenda rápidamente se convirtió en un básico de la vestimenta de los romanos, pero curiosamente cayó en total desuso y hasta llegó a prohibirse en algunas regiones del Imperio. Su recuperación tiene lugar en tiempos de la Revolución Francesa, cuando los «sans culottes» imponen su prenda como reivindicación frente al calzón corto de los nobles. Al rey Eduardo VII de Inglaterra (1841-1910) se le atribuye la novedad de la botamanga en el bajo del pantalón, cosa que al parecer, hizo un día de lluvia para no mancharse. Eduardo, que en su época era el espejo donde se miraban todos los elegantes, se vio inmediatamente copiado.

Elecciones


Con disimulo, hurgó bajo el costado derecho de sus vestiduras. Extrajo una bolsa pequeña, que colocó en la mesa, ocultándola con el sombrero. Escarbó en el costado izquierdo; apareció en su mano otra bolsita, algo más reducida, que fue a acompañar a la primera.
Alzó a medias el sombrero, lo suficiente como para que yo mirara debajo.
Me dijo:
-Elija su merced la que desee y prefiera.
Lo miré en los ojos. Estaba ebrio
Tomé la menor. Me dijo:
-En paz.
Yo no entendí el sentido de su escueta afirmación: «En paz»; pero le contesté que estaba de acuerdo.
-En paz -repetí.

Antonio Di Benedetto Zama

Sombrero de confiería (César Taibo- 2006)

Una mujer con sombrero

Una mujer se ha perdido
conocer el delirio y el polvo,
se ha perdido esta bella locura,
su breve cintura debajo de mí.
Se ha perdido mi forma de amar,
se ha perdido mi huella en su mar.

Veo una luz que vacila
y promete dejarnos a oscuras.
Veo un perro ladrando a la luna
con otra figura que recuerda a mí.
Veo más: veo que no me halló.
Veo más: veo que se perdió.

La cobardía es asunto
de los hombres, no de los amantes.
Los amores cobardes no llegan a amores,
ni a historias, se quedan allí.
Ni el recuerdo los puede salvar,
ni el mejor orador conjugar.

Una mujer innombrable
huye como una gaviota
y yo rápido seco mis botas,
blasfemo una nota y apago el reloj.
Que me tenga cuidado el amor,
que le puedo cantar su canción.

Una mujer con sombrero,
como un cuadro del viejo Chagall,
corrompiéndose al centro del miedo
y yo, que no soy bueno, me puse a llorar.
Pero entonces lloraba por mí,

y ahora lloro por verla morir

Maestros: Newton

Alemán de nacimiento, residente en Mónaco y poseedor de un pasaporte italiano, Helmut Newton es indudablemente un hombre cosmopolita, que se complace en cultivar esa imagen.
El hecho de que muchas de sus fotografías sean tomadas en suites de hoteles contribuye a confirmar ese carácter. Se inició en los secretos de la “caja negra” como aprendiz de Else Simon, fotógrafa berlinesa conocida profesionalmente como Yva, célebre por sus fotos de moda, sus retratos y sus desnudos.
Después de terminar su formación, residió varios años en Australia y Singapur, y más tarde vivió y trabajo en París.
Colaboró en las ediciones francesa, inglesa, norteamericana e italiana de la revista «Vogue», pero también en » Elle», «Marie Claire», «Jardin des Modes», «American Playboy» , «Nova» y «Queen». Además realizó grandes reportajes fotográficos que aparecieron en «Stern» y «Life».
Newton creó un nuevo estilo de fotografía de moda y desnudos, cuyo éxito está claramente emparentado con su profunda sensibilidad ante los signos y el espíritu de nuestra época. Su estilo combina actitudes agresivas, sumisión voluntaria y un dejo de cinismo. En sus desnudos, la estilización de las fotografías de moda se presenta bajo la forma de la androginia, su preferencia por mujeres altas, masculinas, de marcados huesos y seguras de sí mismas.

Jersey

El origen del jersey proviene de la abreviatura popular de: “[mar]chand d’ail”, que es lo mismo que mercader o vendedor de ajos o, genéricamente, verdulero, frutero, en alusión al jersey de canalé que llevaban los vendedores de hortalizas de Les Halles.
La palabra apareció hacia 1893, e hizo reír a todo el mundo, pero lanzó definitivamente la moda de los tejidos de punto para el deporte.
El jersey era muy práctico por su capacidad de mantener el calor. Por ello, cuando estalló la I Guerra Mundial se decidió que los soldados debían llevarlo, y las mujeres de la retaguardia se precipitaron patrióticamente sobre la lana y las agujas, dedicándose a unas labores de punto que, hasta entonces, se consideraban pueblerinas. Con las canastillas de bebé a la inglesa, el punto invadió las cunas y, para 1920, las playas del Canal de la Mancha rebosaban de mujeres con bolsas de labores repletas de ovillos.

Las primeras prendas tricotadas de jersey aparecieron en el siglo XVII en las islas británicas del Canal: Jersey y Guernesey, donde las elaboraban a mano las mujeres de los pescadores y marineros. Según se cuenta, cada familia tenía su estilo y color, que la diferenciaba de los otros. Así, los pescadores que morían ahogados en el mar, eran fácilmente reconocidos por sus familiares cuando el cadáver llegaba a la orilla. Las prendas de punto continuaron siendo únicamente para campesinos y pescadores, hasta que en la segunda mitad del siglo XIX, con la práctica del deporte, las prendas tricotadas adquirieron gran popularidad y la palabra jersey se convirtió en sinónimo de prenda de punto. Por las mismas fechas llegó también a América, y los deportistas lo adoptaron con el nombre de sweater (el que suda, sudadera), término acuñado por los sudorosos atletas de las escuelas americanas.

Didascalia


Segismunda trae pantalones de terciopelo rojo vivo modelo Keats, una camisa lila estilo Shelley, un cinturón anaranjado incandescente modelo Maiakovski y botas de gamuza celeste forradas en piel rosada modelo Rimbaud.
En cuanto a Carol, su traje es de color roca rala y toda su persona evoca el otoño.

Lo poseídos entre lilas. Alejandra Pisarnik