Orgullo bien vestido

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Las organizaciones guerrilleras no supieron cómo enfrentar el tema de la homosexualidad. Las reivindicaciones de la época eran sociales y este tema les sonaba a capricho individual. Adoraban al pueblo descamisado pero huían frente a los chongos «despantalonados». Desconfiaban de los devaneos nocturnos, de las amistades peligrosas, del deseo sexual. Tal como habían enseñado los higienistas de principios de siglo, estos lunfardos no eran confiables, eran débiles y delatores. Y con la justificada paranoia por el tema de la seguridad, en un momento en el que cualquier dato en manos del enemigo significaba tortura y muerte de los propios, vieron en cada maricón a un soplón.

El ERP llegó a protestar porque a sus militantes solían encerrarlos con los maricas que caían en las redadas morales de los cines y bares. Es parte de una intangible justicia poética que la mejor respuesta a esa afrenta terminara convertida en una comedia musical, luego de ser best seller y película con Oscar incluido: El beso de la mujer araña de Manuel Puig cuenta esta situación e invierte los papeles, cuando el homosexual Molina pasa de «buchón» de la Policia a héroe, por supuesto, por amor.

Fidel Castro había sido claro: «La revolución no necesita de peluqueros». El escritor cubano Severo Sarduy contestó con picardía maricona: «Lo primero para hacer la revolución es ir bien vestida», frase que solía repetir Perlongher.

Historia de la homosexualidad en la Argentina

De la Conquista de América al Siglo XXI

Osvaldo Bazán

Bessie Ascough. Evening Standard

downton-3Con el transcurso del tiempo no sólo adquirí la conciencia del color y del detalle, sino que llegué a ser conocedor de la linea y de la forma, cristalizando experiencias estéticas mas desarrolladas. Fue entonces cuando empezaron a excitar mi curiosidad las láminas de modas de Bessie Ascough que aparecían diariamente en el Evening Standard. Pronto llegué a sentir un verdadero paroxismo de impaciencia mientras esperaba que mi padre trajese a casa el periódico en el cual los últimos dibujos a pluma de esta señora estarían listos para ser iluminados (ensuciados, sería mejor decir) con mis acuarelas o con las pinturas, extrañamente fragantes, de purpurina dorada y plateada.

2015-10-12 09.49.44A veces, en días de fiesta, Bessie Ascough trazaba el dibujo de una dama en traje de corte, llena de plumas y bouquets y con larga cola. En otras ocasiones dibujaba un robe de bal presentando un maravilloso facsímil  de todos los bordados del vestido. La habilidad especial de esta artísta radicaba en sus dibujos de rosas, unas flores que parecían pelotas o bolas de billar con grandes centros redondos. A menudo se veía una novia del gran mundo sosteniendo un ramo entero de esas flores.

House-of-Worth-Salon-de-Vente-1910-FashionQuizás al principio mi padre atribuyera mi visible nerviosismo a su regreso de la ciudad, pero no tardó en comprobar que el Evening Standard constituía el punto focal de mi atención. Una noche dijo que se había olvidado de traer el diario y yo me sentí profundamente dolido por su insensibilidad ante un acontecimiento de tal importancia. Al día siguiente me dijeron que la señorita Ascough estaba de vacaciones y que sus láminas de moda dejarían de aparecer por un tiempo. Más tarde averigué que eso no era verdad en absoluto.

House-of-Doucet-Galerie-de-vente-Paris-Fashion-1910Lo cierto era que mi familia consideraba imprudente que continuara aquellas anhelantes esperas de las obras artísticas de Bessie Ascough; el niño se iba volviendo un poco raro.

House-of-Paquin-a-fitting-Paris-Fashion-1910House-of-Paquin-Salon-de-Vente-Paris-Fashion-1910El espejo de la moda

Cecil Beaton

El Poiret de Viena

Eduard Josef Wimmer-Wisgrill. Austrian Designer. Photography. 1929

Eduard Josef Wimmer-Wisgrill. Austrian Designer. Photography. 1929

Viena. 1900. Después de Paris la meca de la moda. La estética espartana nunca tuvo derecho de ciudadanía en una metrópolis que concedía al vestido un gusto chic e imaginativo. La creatividad de los artistas vieneses permitió al “vestido anti moda” enfrentarse a las necedades indumentarias de la época, aunque sin imponerse. No se abandonarían los objetivos de simplicidad y funcionalidad, sino que serían impuestos a la moda y despojados de sus ideales aburridos para ser transformados en algo decorativo y llevable.

Eduard Josef Wimmer-Wisgrill nació en Viena el 2 de abril de 1882. Director de vestuario del Cabaret Flendermaus y de Maskenspiele, se unió a la Wiener Werkstätte (Taller Vienes) en 1907 desempeñándose como primer director artístico del departamento de moda entre 1910 y 1922. También dirigió el departamento de moda en la Escuela de Artes Aplicadas de Viena y trabajó en New York y Chicago.

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20031013Uno de los temas principales que identifican al Taller Vienes es su audacia en el diseño, en particular en lo que se refiere al diseño textil. El trabajo textil de Eduard Josef Wimmer-Wisgrill tanto para interiores y moda, usa motivos gráficos audaces, muy a menudo sobre la base de las flores. Por iniciativa de Paul Poiret, el gran renovador de la moda parisina y afín a la cultura vienesa, eliminó todas las fundas-corazas de los corsés, ofreciendo alternativas seductoras como el vestido imperio y creando tejidos con motivos multicolores y rebosantes de fantasía, dando origen a un nuevo tipo de mujer.

Eduard Josef Wimmer-Wisgrill (Austrian, Vienna 1882–1961 Vienna) Fashion (Mode), 1912 Austrian,  Color lithograph; Sheet: 5 1/2 × 3 9/16 in. (14 × 9 cm) The Metropolitan Museum of Art, New York, Museum Accession, transferred from the Library (WW.870) http://www.metmuseum.org/Collections/search-the-collections/651011

Eduard Josef Wimmer-Wisgrill (Austrian, Vienna 1882–1961 Vienna)
Fashion (Mode), 1912
Austrian,
Color lithograph; Sheet: 5 1/2 × 3 9/16 in. (14 × 9 cm)
The Metropolitan Museum of Art, New York, Museum Accession, transferred from the Library (WW.870)
http://www.metmuseum.org/Collections/search-the-collections/651011

Eduard Josef Wimmer-Wisgrill (Austrian, Vienna 1882–1961 Vienna) Fashion (Mode), 1912 Austrian,  Color lithograph; Sheet: 5 1/2 × 3 9/16 in. (13.9 × 9 cm) The Metropolitan Museum of Art, New York, Museum Accession, transferred from the Library (WW.862) http://www.metmuseum.org/Collections/search-the-collections/650993

Eduard Josef Wimmer-Wisgrill (Austrian, Vienna 1882–1961 Vienna)
Fashion (Mode), 1912
Austrian,
Color lithograph; Sheet: 5 1/2 × 3 9/16 in. (13.9 × 9 cm)
The Metropolitan Museum of Art, New York, Museum Accession, transferred from the Library (WW.862)
http://www.metmuseum.org/Collections/search-the-collections/650993

Eduard Josef Wimmer-Wisgrill (Austrian, Vienna 1882–1961 Vienna) Fashion (Mode), 1912 Austrian,  Color lithograph; Sheet: 5 1/2 × 3 9/16 in. (14 × 9 cm) The Metropolitan Museum of Art, New York, Museum Accession, transferred from the Library (WW.861) http://www.metmuseum.org/Collections/search-the-collections/650992

Eduard Josef Wimmer-Wisgrill (Austrian, Vienna 1882–1961 Vienna)
Fashion (Mode), 1912
Austrian,
Color lithograph; Sheet: 5 1/2 × 3 9/16 in. (14 × 9 cm)
The Metropolitan Museum of Art, New York, Museum Accession, transferred from the Library (WW.861)
http://www.metmuseum.org/Collections/search-the-collections/650992

Eduard Josef Wimmer-Wisgrill (Austrian, Vienna 1882–1961 Vienna) Fashion (Mode), 1912 Austrian,  Color lithograph; Sheet: 5 1/2 × 3 9/16 in. (13.9 × 9 cm) The Metropolitan Museum of Art, New York, Museum Accession, transferred from the Library (WW.867) http://www.metmuseum.org/Collections/search-the-collections/651006

Eduard Josef Wimmer-Wisgrill (Austrian, Vienna 1882–1961 Vienna)
Fashion (Mode), 1912
Austrian,
Color lithograph; Sheet: 5 1/2 × 3 9/16 in. (13.9 × 9 cm)
The Metropolitan Museum of Art, New York, Museum Accession, transferred from the Library (WW.867)
http://www.metmuseum.org/Collections/search-the-collections/651006

Eduard Josef Wimmer-Wisgrill (Austrian, Vienna 1882–1961 Vienna) Fashion (Mode), 1912 Austrian,  Color lithograph; Sheet: 5 1/2 × 3 9/16 in. (14 × 9 cm) The Metropolitan Museum of Art, New York, Museum Accession, transferred from the Library (WW.868) http://www.metmuseum.org/Collections/search-the-collections/651008

Eduard Josef Wimmer-Wisgrill (Austrian, Vienna 1882–1961 Vienna)
Fashion (Mode), 1912
Austrian,
Color lithograph; Sheet: 5 1/2 × 3 9/16 in. (14 × 9 cm)
The Metropolitan Museum of Art, New York, Museum Accession, transferred from the Library (WW.868)
http://www.metmuseum.org/Collections/search-the-collections/651008

Eduard Josef Wimmer-Wisgrill (Austrian, Vienna 1882–1961 Vienna) Fashion (Mode), 1912 Austrian,  Color lithograph; Sheet: 5 1/2 × 3 9/16 in. (14 × 9 cm) The Metropolitan Museum of Art, New York, Museum Accession, transferred from the Library (WW.869) http://www.metmuseum.org/Collections/search-the-collections/651009

Eduard Josef Wimmer-Wisgrill (Austrian, Vienna 1882–1961 Vienna)
Fashion (Mode), 1912
Austrian,
Color lithograph; Sheet: 5 1/2 × 3 9/16 in. (14 × 9 cm)
The Metropolitan Museum of Art, New York, Museum Accession, transferred from the Library (WW.869)
http://www.metmuseum.org/Collections/search-the-collections/651009

Eduard Josef Wimmer-Wisgrill (Austrian, Vienna 1882–1961 Vienna) Fashion (Mode), 1912 Austrian,  Color lithograph; Sheet: 5 1/2 × 3 1/2 in. (14 × 8.9 cm) The Metropolitan Museum of Art, New York, Museum Accession, transferred from the Library (WW.864) http://www.metmuseum.org/Collections/search-the-collections/651005

Eduard Josef Wimmer-Wisgrill (Austrian, Vienna 1882–1961 Vienna)
Fashion (Mode), 1912
Austrian,
Color lithograph; Sheet: 5 1/2 × 3 1/2 in. (14 × 8.9 cm)
The Metropolitan Museum of Art, New York, Museum Accession, transferred from the Library (WW.864)
http://www.metmuseum.org/Collections/search-the-collections/651005

Eduard Josef Wimmer-Wisgrill (Austrian, Vienna 1882–1961 Vienna) Fashion (Mode), 1912 Austrian,  Color lithograph; Sheet: 5 1/2 × 3 9/16 in. (13.9 × 9 cm) The Metropolitan Museum of Art, New York, Museum Accession, transferred from the Library (WW.863) http://www.metmuseum.org/Collections/search-the-collections/651003

Eduard Josef Wimmer-Wisgrill (Austrian, Vienna 1882–1961 Vienna)
Fashion (Mode), 1912
Austrian,
Color lithograph; Sheet: 5 1/2 × 3 9/16 in. (13.9 × 9 cm)
The Metropolitan Museum of Art, New York, Museum Accession, transferred from the Library (WW.863)
http://www.metmuseum.org/Collections/search-the-collections/651003

Maestros: Boldini. Larguiruchas señoras de la alta sociedad

Giovanni Boldini

Ferrara, 31 de diciembre de 1842 – París, 11 de enero de 1931

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Giovanni Boldini

Por más que su trabajo se haya vuelto superficial y mercantilista, Boldini siempre fue capaz de trasmitir al espectador la alegría que le inspiraban las absurdidades que retrataba. Hasta el más insoportable de sus retratos revela una inmensa diversiòn.

Cecil Beaton, El espejo de la moda, 1955

Era un artista ultra «chic», en su forma muy particular, especialmente cuando retrataba larguiruchas señoras de la alta sociedad internacional que aparecen pintadas como debajo de un vidrio traslúcido. Experto de ese modo y de la literatura francesa que lo ha representado, interpretaba muy bien a la más alta elegancia femenina en esa época en que estaban incluso demasiado revestidas por los artífices de los sastres y de las modistas, figurativamente plasmadas en poses ambiguas situadas entre las de los salones y del teatro. Pero esos retratos tienen un fuerte poder de encanto: revelan espontáneas y seguras cualidades de pintor…

Berenson, 1958

Elogio de la sombra. Teatro nò.

… nada forma un contraste más afortunado con la tez de los japoneses que un traje de nò. Por supuesto, muchos de estos trajes tienen unos colores brillantes y están profusamente sembrados de oro y plata; además, el actor que los lleva en escena no está maquillado como el actor de kabuki, pero ni la piel oscura con reflejos rojizos, característica de los japoneses, ni el rostro de marfil amarillento son particularmente atractivos; y a pesar de eso, cada vez que veo nò me quedo admirado. Sin duda, las prendas exteriores con dibujos tejidos o bordados en oro y plata son muy favorecedoras y las capas, túnicas o ropas de caza, verde oscuro o rojo caqui y los vestidos con mangas estrechas o los amplios pantalones de un blanco inmaculado no lo son menos cuandopor casualidad el actor es un bello adolescente, la delicadeza de la piel, la frescura de las mejillas que tienen el brillo de la juventud, quedan realzadas, desprenden una seducción que no se parece en nada a la de la piel femenina y te das cuenta de que eso era lo que hacía perder la cabeza a los grandes señores de antaño, locamente enamorados de la belleza de sus favoritos.

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Lo que es verdad para el traje lo es también para el maquillaje: se puede encontrar belleza en un rostro totalmente artificial, pero nunca se experimentará la impresión de autenticidad que produce la belleza sin maquillaje. El actor de nò sube a escena con el rostro, el cuello y las manos que le ha dado la naturaleza. En estas condiciones, sus rasgos no tienen más seducción que la suya propia, sin que nuestros ojos estén en modo alguno engañados. En cambio, lo que nos llama la atención es el extraordinario relieve que cobra su belleza en cuanto se pone los abigarrados ropajes de la época guerrera que, a primera vista, no parecen demasiado adecuados para quien tenga nuestro color de piel.

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La oscuridad intrínseca del nò y la belleza que genera forman un singular universo de sombra que, en nuestros días, sólo se ve en el escenario, mientras que antaño no debían de estar muy alejados de la vida real. Porque la oscuridad que reina en el escenario del nò no es sino la oscuridad de las mansiones de aquellos tiempos; en cuanto a los dibujos y a la armonía de los colores de los trajes del nò, aunque son algo más vivos que en la realidad, no dejan de ser menos parecidos en su conjunto a los trajes que llevaban los nobles y los señores de la época. Llegado a este punto de mi reflexión intento imaginarme, y esto me fascina, el orgulloso aspecto, comparado con el nuestro, de aquellos japoneses de antes y, en particular, de los señores de la guerra que llevaban los suntuosos trajes de la época de las guerras civiles o de Momoyama.

Matsuke_Heikichi_-_Nogaku_zue_-_Walters_95249El nò muestra, de la forma más elevada posible, la belleza de los hombres de nuestra raza; cuán imponente y majestuoso debíade ser el porte de aquellos veteranos de los antiguos campos de batalla cuando, con sus rostros quemados por el viento y la lluvia, totalmente ennegrecidos, con los pómulos salientes, se ponían aquellas capas, aquellos trajes pomposos, aquellos trajes de ceremonia con semejantes colores, chorreantes de luz. Nuestro pensamiento, en definitiva, procede análogamente: creo que lo bello no es una sustancia en sí sino tan sólo un dibujo de sombras, un juego de claroscuros producido por yuxtaposición de diferentes sustancias. Así como una piedra fosforescente, colocada en la oscuridad, emite una irradiación y expuesta a plena luz pierde toda su fascinación de joya preciosa, de igual manera la belleza pierde su existencia si se le suprimen los efectos de la sombra.

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Junichiro Tanizaki      El elogio de la sombra

Imágenes: Matsuke Heikichi

Maestros: Halston

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La superestrella internacional de la moda Roy Halston Frowick, nació en Des Moines, Iowa el 23 de abril de 1932. Desarrolló el interés por coser de su madre y como adolescente empezó a crear sombreros y embellecer atuendos para su madre y su hermana. Después de que la familia se mudara a Chicago en 1952, tomó un curso nocturno en el Instituto de Arte de Chicago, y trabajó como decorador de vidrieras.

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Con la ayuda del estilista de las celebridades André Basil, Halston continuó desarrollando su carrera mudándose a Nueva York a finales de 1957. Basil le presentó a la modista de sombreros Lilly Daché y en un año había sido nombrado codiseñador en Daché y se había convertido en el nuevo mejor amigo de varios editores de moda. Dejó el estudio de Daché para convertirse en modisto principal de sombreros para la tienda departamental Bergdorf Goodman, el oasis de la alta sociedad. Sus sombreros causaron sensación. Era una época en la que llevar el tocado perfecto te abría la puerta adecuada. Y allí llegaría, a finales del año 1960, un pedido muy especial: la futura primera dama, Jacqueline Kennedy, quería un sombrero de Halston para vestirlo en la ceremonia inaugural de la presidencia de su marido.  Cuando Jackie Kennedy asistió a la presentación de su esposo como Presidente de los Estados Unidos en enero de 1961, vestía un saco de Oleg Cassini y un sombrero de Halston. La simple y poco ornamentada creación de Halston fue copiada por miles de mujeres alrededor del mundo.

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La simplicidad fue la característica de las creaciones de Halston. A mediados de los años 1970 los estilos campesinos y étnicos estaban siendo creados por todos los diseñadores europeos, pero Halston, que odiaba la ornamentación y la calidad tan poco norteamericana de aquellos diseños fue en contra de esta tendencia. En un desfile de modas en 1973 en Versalles, donde diseñadores estadounidenses fueron invitados para presentar sus trabajos al lado de importantes diseñadores franceses, Halston impactó al mundo de la moda por la increíble pureza de sus vestidos. Sweaters de cachemira, vestidos camiseros hasta la cintura, pantalones simples y elegantes, en lugar de «vestidos caprichosos».

El atuendo más conocido de Halston fue el vestido tipo camisa «Ultrasuede» presentado en 1972. Su éxito surgió por la elección que Halston hizo de los colores, el hecho de que el vestido era simple y la conveniencia de que fuera posible lavarlo en lavadora.

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Por esos años Halston se enamoró de un decorador de interiores venezolano llamado Víctor Hugo. Por Hugo conoció y se hizo amigo de su contraparte perfecta en el mundo del arte, Andy Warhol.

Hacia finales de los años 1970, Halston no era conocido sólo por sus diseños, sino también por su participación en la vida nocturna de Nueva York. Era una de las caras de la discoteca neoyorquina Studio 54. Uno de los más famosos eventos en la historia del 54 fue la fiesta de cumpleaños que Halston ofreció para Bianca Jagger en 1977, el motivo principal: el blanco.

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Vistió y fue amigo de algunas de las mujeres más glamurosas del mundo. Jackie Kennedy, Elizabeth Taylor, Babe Paley, Silvana Mangano, Lauren Bacall, Martha Graham, Bianca Jagger y Liza Minnelli.

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Su amigo, el productor Lester Persky, decía que “Halston y Nueva York se gustaron el primer día, porque él era la quinta esencia de lo americano; aquel larguirucho descubriendo todo lo que la gran ciudad podía ofrecerle”

En 1976, su agitada vida nocturna le obligó a vender su propia marca a la compañía Revlon.

Roy Halston falleció a los 57 años el 26 de marzo de 1990) víctima del sida en un hospital de San Francisco (California).

Moda sonámbula

…Se queda ensimismado ante el ordenador al recordar de pronto ese terrible día de la semana pasada en el que, tierno y ridículo a la vez, paseó al caer la tarde, bajo un ligero temporal de lluvia, con su viejo impermeable, la camisa con el cuello roto y levantado, los grotescos pantalones cortos, el pelo enormemente aplastado por el agua. Le deslumbraban los faros de los coches, pero él siguió andando por las calles del barrio, concentrado en sus pensamientos. Era consciente de lo extraño que era su aspecto bajo la lluvia –sobre todo por los pantalones cortos–, pero también de que ya aquello no tenía solución, es decir, que ya era tarde para intentar arreglar las cosas. Se había pasado horas hipnotizado frente al ordenador y, en un arrebato de lucidez, había decidido salir disparado hacia la calle para airearse como fuera. Salió tal como iba, idéntico a como andaba por casa. Siete horas seguidas había pasado encerrado en su cuarto. Era en realidad poco tiempo si se pensaba que su ración diaria de encierro solía ser mucho más severa. Pero aquel día sintió especialmente sensible al encierro. Asustado de sí mismo por el aislamiento excesivo, se había lanzado a la calle con la vieja gabardina, pero había cometido el error de olvidarse del paraguas, y ya era demasiado tarde para volver atrás, para volver a subir a casa a buscarlo y de paso cambiarse los pantalones, tan cortos y ridículos debajo de la gabardina. Sin duda, dejó una imagen penosa a los vecinos, ni siquiera justificable diciendo que, como editor venido a menos, tenía un comprensible punto de locura. Durante un rato, como si le resultara indiferente la lluvia, se le vio avanzar, fantasmal, como si fuera uno de esos tipos que tanto predominaban en algunas de las más celebradas novelas que publicaba: esos desesperados de aire romántico, siempre solitarios, sonámbulos bajo la lluvia, siempre andando por carreteras perdidas. (…)

Enrique Vila-Matas

               Dublinesca 


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La salud de los colores

1912-georges-barbier-illustration-140-0407-de«Se ha dicho que ejercí una gran influencia sobre la época y que inspiré a toda mi generación. No me atrevo a pretender que esto sea cierto y me siento extremadamente modesto, sin embargo, si acudo a mis recuerdos, me veo forzado a reconocer que, cuando comencé a hacer lo que quería en la costura, no existían colores en la paleta de los tintoreros.

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El gusto por el refinamiento del siglo XVIII había conducido a las mujeres a la decadencia, y con el pretexto de la distinción se había suprimido toda vitalidad. Los matices «cuisse de nymphe», los lilas, los malvas desmayados, los hortensias azul suave, los nilos, los maíz, los paja, y todo lo que era suave, desteñido y soso estaba de moda.

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Le eché unos cuantos lobos a toda esta poesía pastoril: los rojos, los verdes, los violetas y el azul rey hicieron cantar a todo el resto. Fue necesario despertar a los fabricantes de Lyon, que tienen el estómago un poco pesado, y poner alguna alegría, algún frescor nuevo en sus coloridos. Hubo crepés de China naranja y limón, en los que ni se hubieran atrevido a pensar. En cambio, se dio de lado a los malvas mórbidos; la gama de los tonos pastel fue una nueva aurora. Arrastré al grupo de los coloristas abordando todos los colores por la cima y devolví la salud a los matices extenuados. Me veo obligado a atribuirme este mérito y a reconocer también que desde que he dejado de estimular a los colores, éstos han caido nuevamente en la neurastenia y la anemia.»

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Paul Poiret

Vistiendo la época